miércoles, 25 de febrero de 2015

CORAL HERRERA GÓMEZ



Lo romántico es político

Ningún amor es ilegal

Otras formas de quererse son posibles



¿Quiénes son las señoras que dejan de sufrir por amor?

Son mujeres diversas en todo sentido que habitan en muchos países del mundo, que mediante un blog se han conectado, porque tienen un objetivo en común: Quieren desaprender lo aprendido acerca del amor, acerca de los cuentos que nos cuentan, quieren amar sin miedos, sin dolor. Desean mejorar y transformar sus vidas. Quieren construir amor del bueno, que tenga buen trato y así sentir alegría de vivir. Quieren hacer todo eso sin sentirse juzgadas, donde se expresan con libertad, cuentan sus más íntimos secretos, comparten lo que viven y han vivido, se cuestionan para conocer más sobre el tema, se desahogan, y de esa forma aportan a la construcción de otras formas de querer, que les permita sufrir menos y disfrutar más el amor.



Menos guerras románticas y más amor, por favor

Vivimos en un mundo en guerra permanente, pero dicen que las peores guerras son las románticas: construimos el amor en base al egoísmo y el interés propio, las luchas de poder, y la asociación de amor y sufrimiento.
Donde tiene que existir una “prueba de amor “, donde nos dicen que “los que más se pelean, más se desean”, “quien bien te quiere, te hará llorar”, y “del amor al odio hay un paso” (y por tanto no tiene nada de extraño estar un día en un extremo, y al día siguiente en el otro).

En el cine y las telenovelas, en general, las parejas y ex parejas se tratan fatal (con gritos, bofetones, lanzamiento de objetos,  acusaciones, amenazas, reproches, insultos, humillaciones variadas, comentarios despreciativos, chantajes, acusaciones fundadas e infundadas…), pero la mayor parte de sus peleas a muerte acaban en reconciliaciones.

Las parejas se estancan en círculos viciosos.

Nuestro amor romántico es una mezcla de sufrimiento masoquista, sadismo gozoso, promesas y felicidad.


Anhelamos que el amor nos haga felices pero también hemos interiorizado que para amar de verdad hay que sufrir mucho. Por eso en lugar de horrorizarnos, nos conmueve ver a la gente que sufre por amor, que enloquece, que destroza su vida o las vidas ajenas. No nos paramos a pensar en la dimensión política, económica y social de estos romanticismos violentos que asolan nuestras relaciones humanas.


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