domingo, 1 de febrero de 2015

MODELO GESTÁLTICO DE ASCH



Según el planteamiento de Salomón Asch (1946), cuando conocemos a una persona, nos formamos una primera impresión global a partir de los fragmentos de información que recibimos sobre ella. Desde este enfoque, esa impresión se concibe como una especie de imagen en la que se integran los diversos elementos para formar una configuración total. Los rasgos o características se relacionan unos con otros, pero no todos tienen el mismo peso en la formación de la impresión final.

Algunas de las piezas tienen  mucha importancia, son los denominados RASGOS CENTRALES, mientras que otras tienen una importancia mínima en la imagen que nos formamos de la persona: son los RASGOS PERIFÉRICOS. 
Los rasgos centrales son los que determinan la impresión Global y matizan el significado que se da al resto de rasgos.

Para comprobar este modelo, Asch planteó la siguiente investigación:
Construyó dos listas compuestas por siete adjetivos que hipotéticamente describían a una persona. Las dos listas eran idénticas en seis rasgos (inteligente, habilidosa, trabajadora, decidida, práctica y prudente), pero una de ellas contenía el adjetivo afectuosa y la otra el adjetivo fría. A un grupo de estudiantes le dio a leer la lista de siete adjetivos que contenía el rasgo afectuosa, y a otro la lista que contenía el rasgo fría, diciéndoles que describían a una persona y que, a partir de esa información, valoraran si esa persona poseía o no otros rasgos y los marcaran en una segunda lista, en el cuadro que les proporcionaba. La lista inicial que leían con los siete rasgos se considera que es el estímulo o clave de la información (por eso se denominan rasgos estímulo en la investigación) a partir del cual se forja la impresión sobre esa persona, que los participantes en la investigación reflejaban en la segunda lista en la que respondían sobre sus características (denominadas rasgos respuesta). Asch comprobó que el grupo que había leído la lista que contenía la palabra afectuosa se formaba una impresión de la persona mucho más favorable que los que leyeron la lista con el adjetivo fría. Posteriormente replicó el mismo experimento pero cambiando las palabras afectuosa y fría por cortés y descortés. En este segundo experimento no se encontraron apenas diferencias en la impresión que causaban la persona con una característica positiva (cortés) y la que tenía la característica negativa (descortés).
La conclusión a la que llegó Asch es que afectuosa/fría constituían un tipo de rasgos que llamó centrales porque influían de manera determinante en la impresión global final, organizando toda la información. Otro tipo de rasgos, a los que denominó periféricos, como los empleados en el segundo experimento (cortés/descortés), no producen ese impacto en la impresión global. Como
puede observarse en el cuadro, las diferencias en porcentajes superiores al 30% afectan a diez de los dieciocho rasgos en la condición en que se cambiaba afectuosa y fría, y solamente a uno en las listas del experimento 2.
Estos resultados apoyan la idea de que la primera impresión que se forma de una persona constituye un todo. El que un rasgo sea central o periférico depende de la relación que guarda con otros rasgos que conocemos de esa persona, es decir, del resto de información de la que se dispone en ese momento o de la información que recibimos de una persona en una situación
concreta. Por lo tanto, un rasgo puede ser central en un contexto y periférico en otro, ya que su centralidad depende del resto de rasgos estímulo que lo acompañan.


En un nuevo experimento, Asch comprobó cómo influía en la percepción de una persona que se presentaran primero características positivas y luego negativas y viceversa. La mitad de la muestra leyó una lista con las características positivas en primer lugar y la otra mitad invirtiendo ese orden para, posteriormente, valorarla en una lista de rasgos. Asch demostró que se producía un efecto de primacía, de modo que los datos presentados en primer lugar influían en el resto, y que la persona era evaluada mucho más favorablemente si se presentaba la información positiva en primer lugar. En general, en la formación de impresiones es más común que se produzca el efecto de primacía que el de recencia, a no ser que la última información aporte características más impactantes que la recibida en primer lugar.

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